Ya es hora de reformar el sistema de Estado en Guatemala
- Juan Carlos Luna

- 2 sept
- 2 Min. de lectura
CAFÉ AUSTRIACO
26-8-2025
Ya es hora de reformar el sistema de Estado en Guatemala
Por Juan Carlos Luna
La primera vez que participe en una actividad política fue en un encuentro de juventudes políticas. Era 1994 y acababa de regresar de vivir en El Salvador. Para ese entonces acompañé a un amigo que sí participaba activamente en la juventud liberacionista. Debo de decir que para ese entonces yo ya simpatizaba con las ideas de la libertad, pero también es cierto que estaba confundido con todos los cambios que se estaban dando en aquella época. La información y las opiniones que fluían en estos tiempos, además de confusas, también eran muy diversas como ahora.

Los cambios llevados adelante por líderes como Ronald Reagan en Estados Unidos, Margaret Thatcher en Inglaterra, Boris Yeltsin en la Unión Soviética e incluso el liderazgo desempeñado por el Papa Juan Pablo II desde la Iglesia Católica demostraban a la humanidad que los cambios eran posibles siempre y cuando hubiese una guía, un objetivo y un camino bien diseñado.
Hoy, más de treinta años después, la pregunta es: ¿podemos pensar en una Guatemala diferente? La respuesta es sencilla: sí se puede. Pero cómo hacerlo es lo complicado, especialmente si consideramos que hay muchas personas y sectores que están muy interesados en mantener el estado de la Guatemala actual con el único fin de seguir llenando sus arcas personales, sin importar el precio que se deba pagar. Y es más: no les importa quién ni cómo se pague, siempre y cuando lo pague alguien más.
Pero para pensar en una Guatemala diferente debemos de pensar en un cambio de sistema, no de personas. Lo que está mal en Guatemala desde hace mucho tiempo es el diseño gubernamental. No me cansaré de decirlo: el sistema de gobierno de Guatemala está hecho para fracasar en todo aspecto, empezando por la educación pública, pasando por el sistema de salud pública, las carreteras públicas, la educación superior pública, el sistema de administración pública, y más, y más, y más “pública” por todos lados… Y ese cáncer público, obviamente, afecta y contamina toda actividad productiva desde el campo de la iniciativa privada, la cual, necesariamente, por obligación y por diseño, depende directa e indirectamente de un sistema completamente fracasado, improductivo, ineficiente e incapaz. Entonces surge la pregunta: ¿por qué el que produce y crea riqueza necesita el permiso del Estado, que no crea ni hace nada más que demandar y recibir?

Es necesario empezar a repensar las funciones del Estado. Ya es momento de redefinir su diseño y, por lo tanto, su tamaño. Mantener un aparato estatal tan grande e ineficiente como el que tiene Guatemala tiene un altísimo costo que lamentablemente pagan en especial los más económicamente desafortunados de la sociedad.
Un gobierno estructurado desde de la visión de principios económicos serios debe comprender que el Estado se debe organizar únicamente para cumplir y garantizar los derechos fundamentales de todos los seres humanos. Y un gobierno que no pueda garantizar de forma efectiva los principios de la vida, la libertad y la propiedad privada es uno que no comprende cuál es su función.
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