La publicación de hoy tiene una connotación muy especial: hoy es 10 de agosto y precisamente hace un año inicié con estas presentaciones. Gracias por acompañarme y continuar apoyando esta propuesta con su lectura, la cual está dirigida especialmente a toda esa población silenciosa que observa y piensa, pero que también en algún momento tendrá que actuar porque en ella está la fuerza que Guatemala necesita para salir adelante.
En las últimas semanas, los acontecimientos de la política guatemalteca han provocado en la idiosincrática sociedad chapina un sin número de pronunciamientos, los cuales van desde opiniones serias e interesantes hasta las más folclóricas elucubraciones merecedoras de ser presentadas en una popular plataforma de películas por internet.
“¡La corrupción es el flagelo que tiene en la pobreza y la miseria al pueblo de Guatemala!”, gritan las hordas de indignados —y sí, tienen razón—; pero la corrupción no es la causa, sino más bien el resultado de la verdadera causa; y en medio de la desesperación piden más remedio para curar la corrupción sin saber que la cura que piden lo único que hace es alimentarla.
“¿Cómo así, usté’?”, se preguntarán algunos, y la respuesta suele asombrar por su sencillez, llegando al punto de ser descalificada por los amantes del intervencionismo y de la ingeniería social.
Pues bueno, acá la explicación: la teoría más básica de la Ciencia Política estudia las relaciones de poder y cómo las cuotas de poder son tomadas por los actores que logran acceder a ellas. Al quedar vacantes esos espacios de poder por naturaleza política serán cooptados por nuevos “liderazgos” y al haber en disputa una plaza entre varios nuevos “liderazgos” la solución será crear nuevas cuotas de poder, dando como resultado más burocracia. Y esa burocracia (o sea, la causa) es la que motiva y multiplica la corrupción (o sea, el resultado).
Luego entonces los indignados salen a la calle a protestar en contra de la corrupción, exigiéndole a la causa —a la burocracia— que cree nuevos entes para contrarrestar el flagelo de la corrupción, lo cual, al hacer un pequeño examen lógico y coherente, podemos observar que es un sinsentido, ya que el problema es precisamente la burocracia. Lo que hay que eliminar es el excesivo tamaño del gobierno, pues eso es lo que crea la corrupción, por lo tanto, no hay que atacar el resultado, sino la causa.
¿Cómo se cura la corrupción? Eliminando la burocracia. Eliminando los entes estatales que entorpecen y perjudican las relaciones de cooperación libres y espontaneas entre las personas; que, dicho sea de paso, son las únicas herramientas para crear y generar progreso y desarrollo para todos los guatemaltecos.
Hay grupos que manifiestan que no estar a favor de la “lucha contra la corrupción” lo hace a uno parte de la corrupción; esta es una visión muy miope del verdadero problema, además que muestra claramente la incapacidad de análisis por parte de esos grupos.
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