Comprendiendo las diferencias
El doctor Manuel Ayau, en su libro El proceso económico, explica esto acerca del mercantilismo:
La doctrina mercantilista propugna por una fuerte autoridad central. Se consideraba como algo esencial para la expansión de los mercados y la protección de los intereses comerciales. Se consideraban los intereses del individuo como subordinados a los del Estado. De acuerdo con este principio se aceptó y alentó la regulación del interés y de los salarios, la ordenación de la industria por medio de la concesión de privilegios de monopolio y el empleo de medidas proteccionistas y restricciones generales sobre las actividades de los individuos.
Basándonos entonces en esta explicación podemos definir mercantilismo como la entrega de privilegios a pseudo-empresarios por parte de políticos corruptos.
En Guatemala, desde la época de la Colonia, el mercantilismo se incrustó en la administración pública llegando a crear hasta nuestros días una amalgama perfecta entre las políticas económicas keynesianas —tendientes en aumentar el gasto público— y la corrupción alimentada por el intervencionismo económico, producto del mercantilismo.
En la actualidad en Guatemala hay muchos Barthélmy de Laffemas que están en busca de un mecenas que les abra las puertas al paraíso del servicio público, donde tengan acceso a un ingreso fijo y constante que los libere de la dura tarea de ganarse la vida como seres honestos y responsables.
Por otro lado están las sanguijuelas que buscan prenderse de políticos corruptos con la única finalidad de proponerles “negocios”, en los cuales, los únicos ganadores son ellos, a costillas del pueblo guatemalteco, quienes, como en el pasado, son oprimidos para satisfacer las “brillantes” y caprichosas ideas de los gobernantes.
Podemos notar las similitudes del mercantilismo francés —expuesto en entregas anteriores de esta serie de artículos— con nuestra realidad económica, en donde el trabajo duro y constante no logra satisfacer las necesidades de progreso y desarrollo debido, precisamente, al anquilosado sistema que las personas hasta hoy creían que era capitalismo.
Entonces, ante la evidencia, ¿quién dice que en Guatemala hay capitalismo? Lo mejor que le podría pasar a los ciudadanos de este hermoso país es que se establezca un sistema de verdadero capital en donde las personas que deciden arriesgarse, invertir y crear un negocio puedan hacerlo sin trabas, sin intervención y sin impuestos excesivos.
Con el capitalismo las personas pueden lograr sus metas además de desarrollarse en la cooperación social, que es la muestra más grande de una sociedad civilizada y pacífica; todo ello resguardado por un eficiente estado de derecho que proteja y garantice la propiedad, la vida y la libertad de todos por igual.
Estas condiciones crean un ambiente que premia el esfuerzo por satisfacer las necesidades de los consumidores, quienes buscan cubrir sus apetencias de la forma más eficaz y eficiente por parte de verdaderos empresarios, quienes, al satisfacer las necesidades de sus clientes dentro de un entorno de libre competencia también satisfacen sus metas.
Para lograr este fin implementarán medidas como, por ejemplo, reducir precios, y así ser más atractivos al consumidor, creando una competencia natural entre empresarios.
Y esto, estimados amigos, es el verdadero capitalismo.
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