28-1-2025
Por Juan Carlos Luna Aguilera
Cualquiera que haga algún comentario en redes sociales en contra de la administración presidencial de Bernardo Arévalo —o del diputado Samuel Pérez, o de cualquier otra persona o funcionario del gobierno que tenga alguna relación directa o periférica con el extinto movimiento Semilla— es muy probable que con ello abra las puertas del Hades y sea atacado por hordas de perfiles, reales y falsos, con todo tipo de mensajes que van desde las honestas explicaciones y “justificaciones” hasta los insultos más creativos. Y lo sé porque yo mismo suelo ser un blanco frecuente del netcenter y de los fanáticos sectarios del legalmente desaparecido movimiento Semilla.
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Para mí los insultos en redes sociales son un clarísimo ejemplo de todo lo que se está perdiendo en estos días: la educación, la cortesía, el respeto y el valor de la discusión argumentada, por mencionar sólo algunas cosas. Resulta que hoy los llamados “influencers”, y en general muchas otras personas, creen que a mayor cantidad de insultos y tonterías digan, mayor será la razón que tengan. Pero lo único cierto es que las vistas y los likes no tienen ninguna relación con la razón o la verdad; y muchas veces lo único que demuestran es un bajo nivel cultural de nuestra sociedad. En cualquier caso, yo en lo personal me rehúso total y tajantemente a ser parte de esa misma movida.
Todo esto me hace pensar que los fanáticos del disuelto movimiento Semilla están rallando niveles de locura. Sus manifestaciones demuestran actitudes cuasi fanáticas religiosas, como si pertenecieran a algún tipo de secta (bueno sí: uno de los líderes “intelectuales” de Semilla formó la iglesia satánica en Guatemala, pero esa es otra historia). Parecieran estar enfermos a niveles psiquiátricos dado que en sus manifestaciones en redes sociales demuestran padecer una gran variedad de patologías.
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Quizá la más frecuente entre ellas es el complejo de superioridad moral. Podemos notar esta condición si hacemos un comparativo con las características patológicas y el comportamiento habitual de un fanático promedio del movimiento Semilla. Veamos: la patología dice que padecen este trastorno quienes tratan de quedar por encima de todos, evidenciando un comportamiento arrogante y una constante necesidad de validación. Inmediatamente podemos ponerle rostro, nombre y apellido de esto al diputado Samuel Pérez y al presidente Bernardo Arévalo: ambos suelen mostrarse con una moral, según ellos, superior a la de sus adversarios y antecesores en el poder; y debido a ello justifican y “razonan” su comportamiento, alejándose de la realidad de los datos y de los hechos.
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Por otro lado tenemos a los más enfermos: los fanáticos que se esconden detrás de perfiles falsos y arremeten como salvajes y sicóticos que sólo insultan sin capacidad de articular lógica, coherente y ordenadamente su simple opinión. Todos ellos tienen en común que no pueden expresarse más allá de un discurso prefabricado sobre la base del odio, el resentimiento y, por supuesto: la supuesta superioridad moral.
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