El recién pasado 1 de mayo se conmemoró el Día del trabajador. Hace mucho tiempo en Guatemala se realizaban grandes marchas por parte de distintas agrupaciones civiles en las que se celebraban las “conquistas laborales” de las clases obreras gracias a varios movimientos, especialmente la Revolución del 44, pues se dice que la también llamada Revolución de Octubre trajo consigo un periodo de modernización en beneficio de la clase trabajadora.
Sin embargo, el periodo post revolucionario estuvo acompañado de dos gobiernos con pocas luces, si los analizamos bajo la lupa de los resultados “duros”. Uno de los supuestos logros de la Revolución fue el derrocamiento de Jorge Ubico, quien hasta ahora sigue siendo el único presidente de la historia de Guatemala que ha logrado dos cosas que parecieran imposibles: la reducción de los salarios de todos los funcionarios públicos y el fenómeno económico de la deflación.
Estos dos logros se cuentan entre muchos otros; y así, hay quienes están a favor y en contra cuando se dice que él ha sido el mejor presidente de Guatemala a pesar de gobernar en los años posteriores a la gran depresión. Quizá uno de sus desaciertos haya sido abandonar el patrón oro, modelo económico libre de inflación dado que regulaba la cantidad de dinero que emitían los bancos privados según las reservas de oro.
Pero regresando a los gobiernos de la Revolución, si nos quitáramos la idea romántica de lo que esta significó hoy veríamos lo malo que han dejado para Guatemala. De hecho, es gracias a ellos que hoy millones de conciudadanos deben migrar a Estados Unidos en busca de más trabajo y mejores remuneraciones.
Si las “conquistas laborales” han sido tan grandes y de tanto beneficio, ¿por qué los guatemaltecos salen por miles a buscar trabajo a un país donde desconocen el idioma y no tienen salario mínimo, ni jornadas laborales, ni prestaciones y mucho menos seguro social? Y sin embargo, en los primeros 90 días del año envían a sus familias $3 mil 153 millones de dólares. Hablamos de migrantes que no disfrutan de las “conquistas laborales” de la cuales tanto se jactan los explotadores y vividores del pírrico sistema económico guatemalteco.
Los gobiernos de la Revolución —especialmente el de Juan José Arévalo— dejó legados nefastos a la inerte economía nacional al establecer el Seguro Social y el Código de Trabajo, anclas de magnitudes colosales que no permiten que los trabajadores guatemaltecos se desarrollen libremente, condenándolos a la miseria y a recibir una mala atención médica por un lado; y por otro, a no poder aspirar a mejores ingresos por culpa de las garantías mínimas —que, por cierto, eso es lo que son: mínimas— que otorga el Código de Trabajo.
Ahora bien, ni hablar de las expropiaciones en masa llevadas a cabo tanto por Arévalo como por Árbenz, destruyendo fuentes de empleo por parte de la iniciativa privada para “devolver al pueblo trabajador lo que por derecho les corresponde”. Sin embargo, hoy ya nada queda de lo que expropiaron y repartieron. Lo único que consiguieron con este tipo de políticas fue ahuyentar las inversiones que sí fomentaban la economía y creaban riqueza; y que incluso hoy, a más de 70 años, estarían creando más fuentes de trabajo para las clases trabajadoras y especialmente para los más necesitados de Guatemala.
Por todo esto, aunque tres días tarde, solo me queda decir esto: feliz 1 de mayo, Día del trabajador sin trabajo.
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