Por Juan Carlos Luna
La semana pasada comentaba sobre la propuesta del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, de eliminar impuestos para la importación de productos alimenticios; esto considerando que más del 90% de los productos que conforman la canasta básica ampliada de los salvadoreños son importados.
Así también me referí a que, en su segunda toma de posesión, Bukele mencionó que ahora su principal tarea era combatir los problemas económicos de su país. Y también que se había reunido con el presidente de Argentina, Javier Milei. Y este no es un dato de menor importancia.
¿Por qué la reunión con el presidente Milei no es de poca importancia? Bueno, simplemente porque, sin dudas, fue él —el presidente Milei— quien le recomendó al presidente salvadoreño bajar las tasas de interés de los productos importados; y seguramente, además, le dio muchos otros buenos consejos, considerando que el presidente argentino es fiel creyente de los principios liberales clásicos y de la escuela de economía austriaca.
Ahora, como también lo afirmé, la eliminación de los impuestos a los productos de importación que conforman la canasta básica no cumplió del todo con el propósito de Bukele, dado que varios productos ya contaban con un régimen especial impositivo que los exonera de impuestos de importación, por lo cual la medida del presidente salvadoreño fue nula o, en el mejor de los casos, de escaso efecto positivo.
Pero ¿qué lección nos deja este caso particular? Pues algo muy claro: que los gobernantes comprenden muy bien los efectos negativos que los impuestos provocan en la formación de precios. Por lo tanto, si el presidente Bukele realmente desea impulsar la economía del pueblo salvadoreño lo recomendable es que reduzca y además busque eliminar la mayor cantidad de impuestos y aranceles que afecten directa o indirectamente los precios que llegan al consumidor final.
Muy lejos ha quedado ya la anticuada idea de que los impuestos sirven para cumplir una función social y que es necesario gravar las actividades comerciales para financiar las necesidades más sentidas y demandadas por la sociedad: nada más alejado de la realidad.
Lo que todo consumidor realmente desea son precios bajos y poco o nada le importa cómo obtenerlos, pues, sea como sea, siempre los buscará. Irrelevante es si se trata de un productor comunal, uno nacional o uno extranjero. Lo realmente necesario es que el precio sea barato y eso se logra, como ya lo podemos comprender, reduciendo aranceles y/o impuestos; pero también se logra abriendo las fronteras y eliminando las barreras arancelarias que encarecen los procesos económicos.
Y como siempre he repetido en mis artículos (y por supuesto no está de más recalcarlo ahora): el único que paga el precio por todo ese proceso arancelario y burocrático siempre ha sido y seguirá siendo el consumidor final. Los ciudadanos. Los únicos y verdaderos afectados.
Un gobierno responsable y realmente interesado en la economía de su país debe velar en todo momento por crear los medios que promuevan el libre mercado, creando las condiciones necesarias para que las personas puedan crear, comercializar y vender sus productos de forma eficaz y sin trabas gubernamentales.
En pocas palabras: es necesario eliminar la presencia del Estado en los procesos de intercambio entre los individuos.
Las personas siempre encontraremos la manera de satisfacer nuestras propias necesidades a un menor precio siempre y cuando no tengamos la intromisión de un Estado que, en vez de ayudar, crea más problemas para la libre generación y distribución de la riqueza.
Este artículo plantea una crítica al intervencionismo estatal en la economía, subrayando que los impuestos y aranceles encarecen los productos de la canasta básica y afectan directamente a los consumidores. Argumenta que la reducción o eliminación de estas cargas permitiría precios más bajos y beneficiaría a los ciudadanos, señalando que la medida de Bukele, aunque bien intencionada, fue insuficiente debido a los regímenes previos de exoneración. Además, destaca la influencia de la ideología liberal y del libre mercado, sugiriendo que el Estado debería minimizar su rol en los intercambios económicos para fomentar una economía más accesible.
Bukele, enfocándose en cómo su gobierno utiliza tácticas de presión indirecta, particularmente contra sectores como el comercio, a través de mensajes intimidantes y políticas ambiguas. Se critica la falta de resultados efectivos y la inclinación hacia el control político más que a mejorar la economía. Además, destaca cómo estas acciones generan incertidumbre y afectan la confianza en las instituciones del país.
Pienso que la intención de bukele es aplaudible porque obviamente se preocupa por el bienestar del pueblo bajando el precio de los insumos de la canasta basica pero no es la solucion del todo porque hay algunos productos que ya no tienen los aranceles.
Y sin embargo lo ideal seria abrir las fronteras para que haya libre interaccion entre comerciantes lo cual haria que haya un abastecimiento mayor y por consecuencia precios mas bajos.
El presidente Nayib Bukele debe de buscar en otras lugares donde pueda reducir los costos y el que haya buscado algún consejo con el presidente de Argentina Milei quien le dió la idea y le recomendó bajar las tasas de interés de los productos importados al momento de querer realizar la idea o no, puede afectar a todo un pueblo y al final como bien dice sera el pueblo quien sufra más.
Claramente en ocasiones como estas nos damos cuenta que las decisiones de todos los gobiernos vienen afectar al pueblo,en este caso al consumidor final, muchas veces se cree o se pretende buscar algún benéficio o mejor dicho eso es lo que los gobiernos pretenden que el pueblo crea, sin embargo el pueblo es el que sufrirá las consecuencias de todas aquellas decisiones que parecen buenas pero en realidad son malas