En situaciones como las que se viven actualmente en nuestro hermano país de El Salvador no puedo dejar de pensar en las palabras del escritor y filósofo español Josep Pla, quien dijera: “Es más fácil creer que saber”.
Corría la década de 1930 cuando un joven lleno de vida, con grandes cualidades teatrales y facilidad de palabra caminaba por las calles de Alemania y Austria, buscando ganarse la vida como pintor, tarea en la cual no tuvo mucho éxito; sin embargo, ese joven más tarde pasaría a la historia al ser recordado como Adolf Hitler.
Friedrich A. Hayek, quien el pasado 8 de mayo hubiese cumplido años (122), escribió en Los fundamentos de la libertad un capitulo completo sobre los tipos de libertad y, precisamente, habla de la libertad política, que es la que poseen las personas para elegir democráticamente sus autoridades. En ese mismo capítulo recuerda cómo en 1932 el pueblo alemán se sintió inspirado por un joven carismático y elocuente que en sus discursos decía “las verdades” de frente. Esto repercutió en que los alemanes, en elecciones libres, votaran masivamente por el Partido Nacionalista Alemán de los Trabajadores, dándole la victoria al nazismo.
Hoy vemos cómo en El Salvador un presidente joven, carismático, con facilidad de palabra y quien dice “las verdades” de frente —¡y a los gringos!— ha iniciado cambios que son legales, dado que la Constitución le otorga esas facultades.
En las últimas elecciones obtuvo mayoría en la Asamblea Legislativa, iniciando un proceso con el cual destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al fiscal general. Todo lo anterior bajo un marco legal, pero no por ello podemos decir que su actitud es legítima. Esto se afirma en virtud de reconocer que las formas en política son sumamente importantes.
Ahora bien, la discusión se encuentra dentro del campo de lo filosófico, pero hemos sobrepasado el asunto legal. Lo que ha hecho el presidente Bukele es legal, sí. Pero ahora la pregunta es: ¿sus intenciones son honestas?
Acá estamos frente a un grave problema cuando vemos en qué derivaron estas situaciones. La Asamblea Legislativa, luego de hacer las destituciones mencionadas, aprobó por unanimidad la Ley de inmunidad penal a gestores de la pandemia. La norma busca dar inmunidad a políticos “ante cualquier reclamo” de irregularidades en el manejo de la pandemia de COVID-19 y, al ser retroactiva, también ampara ante posibles casos de corrupción cometidos desde el inicio, durante y hasta el infinito y más allá en el manejo de la pandemia.
Vemos así cómo toda la legalidad que recubre los hechos ocurridos en El Salvador se ve totalmente empañada con la duda, la falta de honestidad y la poca legitimidad del actuar de un presidente populista que da signos de ser un dictadorzuelo en ciernes. Debe haber coherencia entre palabras y hechos.
No olvidemos que el mundo vivió años muy oscuros por culpa de un hombre que era simpático, carismático, hablaba bonito y especialmente decía lo que las personas querían escuchar.
No conocer la historia nos condena a repetirla.
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