Muchas son las frases adjudicadas a Albert Einstein, acaso la mente más maravillosa que ha existido hasta el día de hoy. Se dice que alguna vez dijo: “…Quien supera la crisis, se supera a sí mismo”. Y nada mejor que la crisis económica provocada en Guatemala por la pandemia de COVID-19 para demostrar la realidad de las palabras de este físico matemático.
Muchos guatemaltecos se vieron profundamente afectados económicamente como resultado de las disposiciones presidenciales que buscaban contener la expansión del virus dentro del territorio nacional. Sin entrar a discutir si las disposiciones del Gobierno fueron buenas o malas, la realidad es que hubo un daño colateral que impactó las finanzas de los guatemaltecos.
Sin embargo, la creatividad y el ingenio humano que caracteriza al chapín ha logrado sobrellevar la crisis de una forma… digamos, aceptable. El guatemalteco ha sido capaz de producir riqueza de la nada y ha crecido —como lo manifestó Friedrich Hayek, economista austriaco y defensor del liberalismo—: “desde el fondo hacia arriba”, demostrando una vez más que el mejor (aunque no perfecto) sistema para crear riqueza es el capitalista.
El término empresa nace del propio emprendimiento de las personas, demostrando que la acción humana busca, sin lugar a duda, mejorar un estado de insatisfacción hacia uno mejor. Todos los emprendimientos que vemos día a día en las redes sociales son resultado de un espíritu emprendedor y del ánimo de progreso y desarrollo personal.
Ese deseo de superación ha motivado a la gente a establecer alianzas de cooperación con el exclusivo propósito de lograr un fin. Un fin definitivamente egoísta, si se quiere ver de esa manera, pero a fin de cuentas las personas han comprendido que la mejor vía para lograr sus metas es cooperar de forma pacífica con otros individuos. Porque así es como salen adelante las personas y, por consiguiente, las sociedades. Ese es el proceso que exige la lógica de la cooperación social.
Dentro de la empresarialidad de las personas vemos cómo ha nacido otra conducta propia de la Ética de las sociedades libres, y es la subsidiaridad: ese deseo de ayudar, pero no entregando grandes cantidades de recursos a movimientos, campañas u organizaciones de ayuda social, sino brindándole al más próximo o al más necesitado lo que a uno le nazca y sin sentirse obligado a hacerlo. Dicho sea de paso, en Guatemala esta es la forma más justa de redistribuir la riqueza creada incluso en escenarios tan adversos como los que vivimos en la actualidad.
Los chapines han logrado con ingenio, ánimo y mucho entusiasmo crear una gran cantidad de emprendimientos para superar la crisis. Puedo asegurarles que he visto por ahí tantas formas innovadoras de hacerle frente, que no me alcanzaría un solo artículo como este para enumerarlas todas.
Por ejemplo, doña Mimi, quien desde su puesto de comida en la Plazuela de la Merced ahora hace entregas a domicilio y lo publica en Facebook, plataforma desde la cual se ha dado a conocer su negocio; o Jorge, que tuvo que pausar durante un tiempo su empresa que organizaba bodas pero ahora prepara comida que entrega a domicilio y le ha ido tan bien que está preparando la apertura de un restaurante cuando las condiciones sanitarias sean las adecuadas; y José, quien debido a la crisis perdió su trabajo de oficina, pero ahora hace Car Wash, también a domicilio.
Como les decía, sería imposible mencionar todos estos casos en un mismo artículo, sin embargo, puedo concluir que la gran cantidad de ideas de negocio surgidas del ingenio de los guatemaltecos me han demostrado, una vez más, por qué mi país sigue siendo invencible a pesar de todo.
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