Hace algunos días tuve que visitar el Centro Cultural Cesar Brañas, en la Antigua Guatemala. Mientras esperaba a que me atendieran vi con gran sorpresa cómo desfilaban algunos trabajadores cargando con los instrumentos que seguramente se utilizaban en la Escuela Municipal de Artes Integradas. Su destino: un armario en el rincón más escondido que pudieron encontrar en el mencionado “Centro Cultural”.
Al preguntarles tres veces a quienes llevaban los instrumentos si la Escuela Municipal de Música suspendería sus funciones, recibí como respuesta el silencio propio de un cementerio.
Conociendo la falta de cultura que posee nuestro actual alcalde, Víctor Hugo Del Pozo Coronado, no me extrañaría que prefiriera inundar de oficinas burocráticas el Centro Cultural que él mismo creó hace más de veinte años y que en poco o nada cumplió con su propósito de engrandecer y enaltecer las ciencias, el arte y la cultura en la ciudad colonial.
Es interesante observar, por ejemplo, que en Quetzaltenango en este año se cumplieron 125 años del Teatro Municipal y solo por las prohibiciones impuestas por los estados de calamidad no pudimos ser testigos de un evento magno en la ciudad de los Altos.
Y mientras tanto, la Antigua Guatemala, que se jacta de ser la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, cada vez se ha vuelto más “fachada” y menos estructura real de una ciudad cultural. La cultura ya no se encuentra en las calles empedradas o en los complejos monumentales de esta ciudad, cuando más bien debería ser la expresión viva de una sociedad que vibra, progresa y se desarrolla a través de las manifestaciones artísticas en sus diversos campos: arte, música, danza, teatro y los diversos géneros de las artes plásticas. Solo así es posible notar el verdadero valor cultural de una ciudad.
Sin embargo, no podemos esperar que eso lo comprenda una persona que piensa que “de los ‘libritos’ no se puede aprender nada…”, parafraseando al actual alcalde de Antigua Guatemala.
La esperanza que nos queda es —tal y como lo dicen los “libritos”— que en las épocas posteriores a las crisis sea cuando las sociedades exploten intelectualmente y las manifestaciones culturales se desborden como resultado del ánimo de progreso.
Esta situación no sería nada nuevo. Claro ejemplo de ello son el Renacimiento cultural de los siglos XV y XVI en Europa Occidental y la Revolución de Terciopelo, movimiento político que finalizo con la dictadura del Partido Comunista en Checoslovaquia en las postrimerías del siglo pasado.
Realmente espero que esta etapa de la historia particular de la Antigua Guatemala sirva de reflexión para quienes vivimos aquí, y que comprendamos que el título de “Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad” significa mucho más que una ciudad con más de 450 años de historia. La cultura de la Antigua está en su gente, en su educación, en sus manifestaciones artísticas y especialmente en su patrimonio más importante: su niñez, la cual podría enfrentarse al abandono si cerrara la Escuela Municipal de Artes Integradas.
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