Los guatemaltecos estamos a escasos cuatro meses de asistir a las elecciones generales. El panorama pinta en un claroscuro poco alentador. Desde el inicio muchas personas han señalado —y continúan haciéndolo— la posibilidad de, no un fraude electoral, sino de muchos fraudes en diferentes ámbitos.
Friedrich Hayek, en su libro Los fundamentos de la libertad, habla de los diferentes tipos de libertades que poseen los individuos, manifestando también que, entre más libertades piden las personas, se hacen más esclavos del poder totalitario y autoritario que “permite” o “autoriza” la libertad que solicitan, de tal suerte que, si pedimos que se respete nuestra libertad de locomoción es porque al día de hoy no tenemos libertad para hacerlo; y si pedimos libertad de expresión es porque al día de hoy tampoco la tenemos. Del mismo modo, si pedimos libertad para elegir y ser electos es porque tampoco tenemos esa libertad.
Si una persona desea postularse a un cargo público no debería tener impedimento alguno para hacerlo. Al fin, son las personas las que, haciendo uso de su libertad para elegir, decidirán quién será el próximo presidente de Guatemala dentro de unas elecciones libres y democráticas. Al final la democracia es únicamente para eso: para cambiar autoridades de forma pacífica y más o menos consensuada.
Hace cuatro años, el establishment de izquierda —que había cooptado tanto la Corte de Constitucionalidad como el Tribunal Supremo Electoral— prohibieron la inscripción de una candidata de derechas; pues resulta que hoy el nuevo sistema de derecha bloquea la inscripción de un candidato de izquierdas, haciendo que la ley, en lugar de dar seguridad y certeza, se vuelva una herramienta manipulable para el bando que posea el poder en determinado momento.
No podemos aspirar a tener una “democracia” si utilizamos la ley de forma diferente para cada una de las personas que no piensan igual que nosotros. No me cansaré de repetirlo: la única igualdad a la que el ser humano puede aspirar es a la igualdad ante la ley. Cualquier otra igualdad es producto de una mágica y fantasiosa idea de la naturaleza y la realidad humana.
Después de más de treinta años de “democracia”, los guatemaltecos aún vivimos bajo un insípido sistema que se ha prostituido cada vez más, resultado del poco interés que la mayoría pone en conocer y aprender lo que una sociedad realmente necesita para salir adelante, mejorar la calidad de vida y crear más riqueza. Porque al final, y sin darle tantas vueltas al asunto, eso es lo que todos queremos: más dinero en nuestros bolsillos.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros procurar la consecución de nuestras propias metas. Al fin y al cabo, a nadie le interesa más que a nosotros mismos lograr nuestros sueños, anhelos y aspiraciones. Luego entonces debemos luchar por ellos como que si nuestra vida dependiera de lograrlos, especialmente porque al final del día esa es la razón por la que debemos elegir una opción que nos permita lograr nuestras metas, desarrollando un sistema de verdadera libertad que promueva la cooperación entre individuos.
La libertad es una, y es responsabilidad de los hombres y las mujeres de Guatemala hacer uso de ella de la mejor forma que consideren necesaria; siempre y cuando —eso sí— asuman las consecuencias de lo que conlleva tomar una mala decisión.
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